sábado, 28 de diciembre de 2013

EL CASTILLO REAL SIN REY

EL CASTILLO DE BELMONTE.
Michel Muñoz García.
Arqueólogo Especialista en Restauración Arquitectónica.


1.     Origen.

Estando en 1467 con el arzobispo Carrillo de Toledo y el almirante de Castilla Alonso Enriquez en Almorox, D. Juan Pacheco les manifestó su deseo de ir hasta su villa de Belmonte donde estaba realizando unas grandiosas e imponente obras en su propio castillo residencia. El lugar era antigua aldea de Chozas que ya aparece como Belmont entre los dominios del infante D. Juan Manuel, y del que sabemos que construyó las primeras murallas de las que tenemos noticia y el alcázar que se situaba encima de la Colegiata. El 16 de mayo de 1398, Enrique III concedió la villa a Juan Fernández Pacheco, lo cual no gustó nada sus habitantes que reclamaron ante el rey casi infructuosamente, pues tuvieron el consuelo de que el nuevo señor guardaría los fueros y privilegios de Belmonte, ni obligaría a ningún vecino a casarse sin su consentimiento. Su nieto, D. Juan Pacheco fue Marqués de Villena en 1445 y colocó al propio Belmonte como cabeza de sus dominios.

El Castillo de Belmonte según Francisco Javier Parcerisa, Recuerdos y Bellezas de España 1853
La altura de su rango, - era Grande de España – obligaba a la ostentación y también al mantenimiento de sus villas, por ello financia las obras de la colegiata y la de las defensas murarias que en común acuerdo con el concejo se repararon en 1456, cuando las obras del nuevo castillo ya habían comenzado. No sabemos hasta que punto se restauran o completan los muros que mandó hacer el infante, pero lo cierto es que esta muralla de mampostería concertada, presenta caracteres muy conservadores como sus cubos semicirculares, una torre albarrana y lienzos en cremallera, reproduciendo de este modo la fisonomía de una muralla del S. XIII. Ello contrasta con la tecnología más puntera empleada en barbacana o barrera artillera envolvente que el Marqués dispuso como defensa de su nuevo castillo. D. Juan Pacheco había comprobado el poder de la nueva arma, cuando en 1453 un todavía príncipe de Asturias – futuro Enrique IV – pidió al Duque de Feria su bombarda para ayudar a su entonces amigo a poner sitio a su villa de Bancarrota que se le había sublevado.


Alzados exterior e interior según el arquitecto restaurador D. Juan de Dios de la Hoz Martínez. 


2.     El Promotor

Nació en la misma Belmonte en 1420 siendo su padre D. Alfonso Tellez Girón, siendo incorporado muy joven a la corte de Juan II donde llamó la atención del valido Álvaro de Luna y se convirtió en paje del príncipe de Asturias el futuro Enrique IV.  Sus cualidades no pasaron desapercibidas desde el primer momento, pues en el manuscrito del Escorial se escribe que “en la edad de mozo tuvo prudencia y seso y autoridad de viejo”, además de “caudal de entendimiento, prudencia, consejo solicitud, sufrimiento y lealtad” según la Cronica de Palencia. Su buen parecido físico y fama de seductor también le sirvieron para conseguir la influencia del heredero, transformándose en mediador dentro los conflictos que enfrentaron a este y al su padre el rey. Ello le valió el título de Marqués de Villena en 1445 tras la primera batalla de Olmedo. Su primer matrimonio con Dña. Juana de Luna se celebró por presiones de D. Alvaro y consiguió que se anulase, casándose en 1442 con Dña. María de Portocarrero, hija del Almirante de Castilla Alonso Tellez,  en lo que parece una unión muy bien avenida; de hecho el castillo de Belmonte parece consagrarla al disponer los escudos de ambos por todo el edificio. 


Barrera artillera del Castillo de Belmonte con la dirección de tiro de sus bocas de fuego, obsérvese como algunas dispararían directamente sobre sus propios muros.

1. Torre del Homenaje con borje.
2. Patio.
3. Sala del “Solio del Marqués”.
4. Sala de banquetes o mal llamada “del Gobierno”.
5. Escalera neogótica.
6. Barbacana o barrera artillera.
7. Cubos artilleros.
8. Liza.
9. Puerta de los Peregrinos.
10. Muralla de la villa de Belmonte.
11. Puerta de la Beltraneja.
12. Puerta del Campo.



La amistad del príncipe se tornó en rivalidad cuando Enrique fue coronado en 1454. Este prefirió de favorito a D. Beltrán de la Cueva originando una larga historia de confrontaciones con el amigo de su infancia, de las cuales, la más célebre fue la denominada “Farsa de Ávila”, que aunque fracasó en su intento de coronar la infante Alfonso como monarca de Castilla, si le valió a D. Juan el maestrazgo de Santiago. Además había conseguido que su sobrino Rodrigo Tellez Girón fuera nombrado maestre de la orden de Calatrava, y como tutor del mismo el Marqués de Villena consiguió controlar las dos organizaciones de monjes guerreros más importantes de la península ibérica. Aunque abdicó en su hijo D. Diego López Pachecho como Marqués de Villena, ya que ascendía a maestre santiaguista, fue nombrado Duque de Escalona en 1472, acaparando también las posesiones de su antiguo enemigo D. Álvaro de Luna. Fue el cenit de su poder pues moriría dos años después.

3.     Autoría

La fortaleza belmonteña ha sido atribuida a Juan Guas por sus matacanes de arcos ciegos en las torres semejante a las del castillo de Manzanares del Real, además de que este  maestro también trabajó para el Marqués de Villena en el monasterio segoviano de El Parral y que también sirvió como panteón para su huesos. No obstante, también cabe la posibilidad de que fuera obra de Hanequin de Bruselas que construyo la colegiata de esta localidad también por mecenazgo de D. Juan, y  además algunas tallas de madera en la sala ochavada del castillo están muy próximas a su arte,

Individualización de elementos arquitectónicos en la barrera artillera de Belmonte. 

4.     Edificio.

Levantado sobre el cerro de San Cristóbal, el edificio consta de un núcleo principal en torno a un patio, la barbacana citada y el foso seco, articulándose en una planta atípica en torno a un pentágono, donde  se disponen dos cuerpos de edificación con doble galería que se sitúan en los vértices de la figura, estando la torre de homenaje en lado contrario. No obstante, esto forma también parte de un eje vertical que va desde la puerta de del campo en la barrera, atravesaría el vértice del polígono y moriría en la popularmente conocida puerta de la Beltraneja, que da al interior de la villa de Belmonte. Estas dos puertas eran las dos únicas que tenía la fortaleza ya que la puerta-torre de los Peregrinos es producto de las restauraciones del S. XIX. La torre de homenaje con esquinas en chaflán dispone de un borje semicircular adosado, que la protege de impactos directos de proyectiles, y además es destacable como la barbacana servía para defenderse tanto de un enemigo exterior como interior.
Tronera de palo y orbe de la barrera de Belmonte

En el cuerpo principal se disponen torres de planta circular que marcan las esquinas, condicionando la planta envolvente de la barrera que aseguraba el flanqueo junto a los cubos de las entradas. La liza – el espacio entre la barrera y el recinto principal – se abría a las cámaras de tiro  - nichos donde se alojaban las bocas de fuego – que eran poco numerosas si las comparamos con castillos construidos en el último cuarto del S. XV como los de San Felices de los Gallegos o Manzanares de El Real;  a su vez tenemos que destacar el torpe diseño con el que se dispusieron algunas troneras de palo y cruz, desde las cuales,  los disparos efectuadas podría afectar a la muralla de la villa u otro cubo de la barrera. Todo ello es signo del estadio temprano en que se encontraba la tecnología artillera y la poliorcética que de ella se deriva.




5.     La Barrera Artillera.

Si bien el conocimiento de la ingeniería pirobalística aplicada a los castillos es notablemente conocida en el reinado de los Reyes Católicos, los orígenes todavía no han sido suficientemente investigados. Diego López de Zuñiga es con toda probabilidad el promotor de la alta barbacana conformada en 1457 para el castillo de Miranda del Castañar, la cual apareja altos lienzos,  cubos redondos y troneras circulares mal enfiladas que no hubieran soportado un ataque con bombardas bien emplazadas. Por ello, la barrera de Belmonte supone un salto cualitativo, no sólo por ensayar por primera vez el flanqueo mediante retranqueo cubierto, sino también por el diseño de sus lienzos de baja altura que se convierten en alta al cavar un foso a su pies;  un enemigo que llegase al pie del mismo  quedaba a tiro directo y rasante de los falconetes y ribadoquines – piezas ligeras de fuego  - que se albergaban tras las troneras de la fortaleza. Si el atacante estaba provisto de bocas de fuego podría ver como la escarpa y el alambor en talud hacía que los proyectiles lanzados resbalaban por el plano inclinado de este último y caían al foso para que los defensores pudieran reaprovecharlos. Este sistema sería desarrollado en toda regla un tiempo después en el castillo real de la Mota en Medina del Campo, y por tanto, sería un antecedente - sino el más importante – del gran desarrollo  poliorcético que protagonizaron “ingenieros” como Pedro de Navarro o Francisco de Ramírez ya durante el reinado de Isabel y Fernando.

6.     La Zona Residencial.

Al área principal se accede mediante un arco mixtilíneo gótico con tímpano en el que una escultura de un doncel con escudos de armas, ya nos llama la atención sobre los propietarios y su condición. En el Patio se ve un pozo rodeado de pilares helicoidales sin rematar que sugieren, junto algunas torres inacabadas, que el castillo a pesar terminarse en su mayor parte no completó totalmente su proyecto.

Chimenea con los escudos de D. Juan Pacheco (izquierda) y Dña. María Portocarrero (derecha) bajo la cruz de Santiago lo que prueba que por lo menos la decoración de esta sala se realizó con posterioridad a 1467. La abundancia de la heráldica emparejada de los esposos  indica que también el castillo en si esta consagrando su unión.



El interior es la parte que más remodelaciones sufrió, dada la campaña de restauración decimonónica promovida por la Condesa de Tebar y Emperatriz de Francia Eugenia de Montijo y su conversión en Academia Nacional de Rurales “Onesimo Redondo” tras la guerra civil española de 1936. Las primeras obras  modificaron las fachadas de ladrillo que se ve en el interior del patio de armas, recubrieron buena parte de los tabiques interiores, añadieron algunos artesonados y e hicieron la notable escalera de subida neogótica. La distribución interior y toda su decoración iconográfica apenas fue modificada, lo cual, constituye un testimonio único para acercarnos a la mentalidad y modo de vida de la facción de Grandes como los Zúñiga o los propios Pacheco, interesados en una monarquía débil a la que roer prebendas y beneficios a mayor honra de su linaje particular.

En el ala norte observamos como todas las estancias están comunicadas por puertas decoradas con celosías góticas hispano flamencas totalmente alienadas, de manera que es perceptible la ultima desde la primera, y es también precedente de la distribución de interiores en la arquitectura palaciega barroca. Se observa una preocupación por las necesidades más inmediatas al disponer un pasillo que conduce a una letrina doble, a la vez que una de las chimeneas con motivos heráldicos revela aspectos del edificio y sus dueños. Concretamente dos escudos, uno de D. Juan Pacheco y otro su esposa Dña. María de Portocarrero bajo una cruz griega de Santiago, hecho que nos indica que por lo menos esta parte del edificio no debió finalizarse hasta 1468, año en que el ascendido Marqués de Villena a maestre de la orden tiene que abdicar en su hijo D. Diego López de Pacheco, que no desaprovechara ocasión para poner su escudo también en esta fortaleza.
Artesonado ochavado de la Sala del Solio

Mientras en el ala norte se distinguen dos plantas útiles, la sur queda reducida una al disponerse allí mismo las salas más representativas del mismo. Concretamente una sala rectangular, que comunica con otra cuadrangular rematada en una armadura ochavada, ha sido interpretada erróneamente como capilla basándose en el ciclo de San Jorge que decora  su arrocabe. Ahora bien, el tema del santo caballero matador del dragón no deja de ser un motivo laico que tiene que ver más con la ideología y modos caballerescos de la nobleza bajomedieval que con supuestos ciclos estrictamente litúrgicos.

Por otro lado, la existencia de cortejadores – ventanales que se perforan en los muros de los castillos con banquetas laterales – presuponen momento de reposo que se contraponen a la atención y respeto que supone la misa o la oración privada. Además los profusos bajorrelieves de estos una riqueza excepcional de motivos simbólicos que nos acercan aún más al propio linaje de los Pacheco; El situado más en el lado sur presenta, presenta dos pajes enfrentados, de nuevo uno con el escudo de D. Juan y otro con el de Dña. María, y el primero además sostenido por otro dragón, es decir consagra la fortaleza de la familia noble al ser vencedora de la bestia más peligrosa de la mitología medieval. Además también se percibe otra consagración aunque esta vez de tipo sacra, pues a su lado está San Francisco recibiendo los estigmas en clara analogía también con la dinastía de los Pacheco que recibe la gracia divina de este modo. También se aprecia el lema de la casa de Villena en una cartela que dice UNA SIN PAR, sobre la que se ve el ave phenix renaciendo de sus cenizas, otra analogía que indica la ambición de D. Juan por crear un linaje único sin rival nacido prácticamente de los favores que cosechó en las cortes del Juan II y Enrique IV.

Lateral de uno de los cortejadores de la Sala del Solio del Marqués.


Pero junto a esta sala de planta cuadrangular, se encuentra otra rectangular recubierta de otro artesonado de limas moamares muy restaurado. Esta disposición es idéntica a la que presenta la sala de la Galera y la sala del Solio en el Alcázar Real de Segovia, las cuales se interpretan como la estancia de recepción real - reducida en espacio pues los despachos del monarca medieval se hacían en presencia de pocos allegados- , estando destinada la mayor para banquetes u otros ceremoniales que implicaban mayor personal. Las semejanzas son evidentes si comparamos las plantas de los dos edificios, lo cual nos lleva a suponer que la habitación cubierta por armadura ochavada en la localidad conquense es en realidad “la sala del Solio del Marques”. Mientras la de Belmonte se integra en el edificio desde su concepción,  la que presenta el castillo segoviano se deriva de adaptar las restricciones de su planta a la tradicional qubba andalusí y cristiana, es decir, el mismo salón de representación real que frecuentemente se situaba en el interior de una torre cuadrada. Citemos las del alcázar de Guadalajara o la del palacio de la Montería en el de Sevilla por poner ejemplos solo relacionados con Alfonso XI, existiendo también similares correspondientes a magnates nobiliarios como la del castillo de los Velasco en Medina de Pomar que se construyó hacia 1370.

7.     Conclusión.  
Es curioso constatar que la aludida sala del Solio del alcázar de Segovia la manda realizar Enrique IV en 1456, cuando se estaba alzando también el propio castillo de Belmonte, lo que nos lleva a concluir que también su construcción es un testimonio material de la competencia entre el monarca y el marqués de Villena. El llamado dormitorio del marqués en la segunda planta se cubre con otra armadura de lazo mixto, mucho menos lujosa que la alcoba real de Segovia. Ahora bien, la ostentación que manifiesta Belmonte va mucho más allá pues del deseo poseer  residencias  más ricas que las del monarca, pues la ambición desafiante de D. Juan Pacheco le llevo incluso a usurpar el protocolo real que se manifiesta en la arquitectura de la misma fortaleza de Belmonte: tipológicamente constituye un verdadero castillo real al  que solo le falta el rey.

Los Estigmas de San Francisco en uno de los cortejadores de la Sala del Solio del Marqués.

En la actualidad, el edificio ha terminado su proceso de restauración, que ha sido promovida por su dueño actual, el Conde de Peñaranda, la Junta de Castilla-la Mancha, y el Ayuntamiento de Belmonte. Se han musealizado sus salas con dos ambientes temáticos centrados en la baja edad media y el S. XIX. Ha estado a cargo del arquitecto alcalaino D. Juan de Dios.

Charlton Heston caracterizado como Rodrigo Díaz



8.     Epílogo: El Castillo de Belmonte y el Cine en el S. XX.
La creatividad de los cineastas se ha visto en muchas ocasiones inspirada por el patrimonio castellológico español, destacando la interesante recreación en decorados que se hizo de las murallas de Toledo para la cinta española “La Leona de Castilla” de Juan de Orduña; además son celebres las tomas de “Campanadas a Media Noche” de Orson Welles y “Orgullo y Pasión” de Stanley Krammer sobre las murallas de Ávila, o las menos conocidas de “Los Cien Caballeros” de Vittorio Cottafavi sobre las fortalezas de Pedraza y Coca. Pero ninguna como la de Belmonte cuya apariciones en la pantalla lo han convertido en el ícono de los castillo españoles, desde que en 1961 Samuel Broston y Anthony Mann lo escogieran para diversas escenas de la superproducción “El Cid”; concretamente  el sitio de Zamora y uno de los momentos más espectaculares, la justa por la ciudad de Calahorra entre los campeones de Castilla y Navarra.


El incendio final del Castillo de Belmonte en los Señores del Acero. 



Posteriores producciones de aventuras más o menos melodramáticas fueron la película hispano-italiana de Miguel Iglesias “Las hijas de Cid” que seguía la estela de éxito de la película anterior, “La Espada Negra” de Carlos Blanco que se centraba en los amores juveniles de Fernando e Isabel los futuros Reyes Católicos, o la serie de Televisión Española “Requiem por Granada”. También es interesante reseñar el rodaje de “Los Señores del Acero” de 1984, en el cual, se dispuso la ambientación de sus estancias interiores que más se acercaba a su época de fundación. Sin embargo, las autoridades competentes dieron rienda suelta para que su director Paul Verhoven hiciera y deshiciera el edificio a su antojo, llegando incluso a permitir un incendio real supuestamente controlado que es el que se ve en las tomas finales; aun así lo más irónico, es que la administración prescribió un control arqueológico a cargo de Dña. Yasmina Alvárez, cuya función era documentar todas los elementos que se veían afectados por este uso tan poco ortodoxo del monumento. 


Fotograma de la serie Requiem por Granada con Isabel la Católica interpretada por la actriz alemana Marita Marschall.
La muralla de Belmonte al  fondo. 



viernes, 27 de diciembre de 2013

MUDEJARISMO Y PRIMEROS MUDÉJARES.
Michel Muñoz García,
Arqueólogo Especialista en Restauración Arquitectónica.

El término mudéjar viene de las acepciones árabes alh ad dayn o mudayyan, cuya traducción más completa es aquel al que se le ha permitido quedarse. Se utiliza para referirse a la minoría musulmana hispana, que permaneció en su lugar de residencia tras la conquista cristiana. Entre los siglos XII al XV, conformaron grupos sociales aparte, que vienen definidos por la entidad política que los somete – reino de Castilla, Aragón. Valencia o Navarra -, la religión coránica junto a las costumbres y ritos que de ella se deriva, los oficios rurales o urbanos que desempeñan y, en menor medida, la lengua árabe. Casi todos conocían y usaban el romance, y prácticamente sólo en la región valenciana sobrevivió el uso hablado del idioma musulmán. Su abandono es síntoma del arrinconamiento progresivo que sufrieron hasta los decretos de expulsión a principios del S. XVI. Aún así, la  voz del islam en España todavía se oiría tímidamente durante cien años más, ya que los usos y labores de los mudéjares pervivirían en los moriscos convertidos, que definitivamente desterraría Felipe III en  1609.

En realidad, los musulmanes sometidos fueron conocidos simplemente como mauri (moros), ya que la denominación mudéjar en realidad se empleo más durante las centurias de 1400 y 1500. A ello sumamos la también frecuente expresión de mauri pacis (moros de paz), que los distinguía de los enemigos que se resguardaban tras las fronteras del reino de Granada; o también mauri regis (moros del rey), pues al igual que los judíos, estaban directamente bajo la protección del rey. A cambio de la misma, se les gravaba con tasas especiales.

El éxito del sustantivo mudéjar, en historiografía, tiene más connotaciones artísticas que sociales, y  se lo debemos a la  obra del arqueólogo, historiador, lingüista y literato, José Amador de los Ríos. En 1859 ingresó en la Real Academia de San Fernando con un discurso titulado  “El Estilo Mudéjar en Arquitectura”, y tal definición fue polémica desde su nacimiento. Celebrada por Menéndez Pelayo,  era según este intelectual, el único tipo de construcción peculiarmente español del que podemos envanecernos. Pero otros vieron en esta originalidad un sinónimo del casticismo español, que provocó el atraso que históricamente nos ha apartó del progreso de las principales naciones europeas. Tampoco se han ausentado, los prejuicios científicos de buena parte de la historia del arte, que identifica la arquitectura por lo estructural, y relega lo ornamental a un papel secundario. Según estos parámetros, estaríamos únicamente ante variables decorativas del arte cristiano que se refieren como románico-mudéjar y gótico-mudéjar. Afortunadamente, Borras Gualis dejó bien sentenciado su carácter, cuando llamó la atención afirmando lúcidamente, que lo decorativo también puede ser un elemento definitorio de estilo.

En parte por esto también se acuño la definición de mudejarismo, palabra que utilizó el Marques de Lozoya para referirse a las influencias  islámicas y mudéjares que se desarrollan sobre el arte europeo de la península ibérica durante la plena y baja edad media. Estas abarcaban en principio a las bellas artes, sin embargo,. la expresión es frecuente leerla en publicaciones que tratan la cerámica, mobiliario o telas, y lógicamente podemos extrapolarlas a otros aspectos culturales. No solamente hablaríamos de alfombras y cortinajes con los que adornar los interiores, pues el viajero alemán Gabriel de Telzet se sorprendío cuando vio que el rey Enrique IV de Castilla vestía como un moro al llevar un turbante en la cabeza. Otros testigos que visitan Salamanca en la primera mitad de S. XV también comentan el aspecto “morigetado” que tenían los estudiantes del tercer mayor estudio de la cristiandad.


Añadamos a esto que Alfonso XI y Pedro I el Cruel se levantaron en yeserías y azulejos mudéjares sus palacios en los reales alcázares de Sevilla, posiblemente los más lujosos de Europa durante el S. XIV. Constatemos que clérigos y rabinos preferían también la estética morisca, para buena parte de las sinagogas e iglesias, que se construyeron en Castilla y Aragón durante la baja edad media. Observemos como las técnicas del albañil, con sus encofrados de diversos materiales, levantan las murallas y el caserío urbano de las villas del centro y sur peninsular.  Y si además, podemos sospechar que la gastronomía mora también ejerció una notable influencia en la dieta hispana medieval – desgraciadamente la historia de la alimentación es de los aspectos más descuidados por el medievalismo español -, se nos dibuja un paisaje visual dominado por lo islámico o mudéjar  que impregna el modo de vida de la sociedad cristiana peninsular.

Ahora bien, los mudéjares son una minoría dedicada al campo y oficios artesanos – apenas son un 10% de la población del reino de Aragón, -, y no hay  personajes preeminentes en las altas esferas sociales como en caso de banqueros dentro del grupo social hebreo. Entonces ¿como llegaron a modelar la estética visual de los reinos castellano y aragonés?. No busquemos razones en la convivencia de tres culturas,  en realidad,  su triunfo se debe a un sentimiento colectivo que geográficamente supera los pirineos. La fascinación de occidente por las formas  y modo de vida hedonista del lujoso oriente se hizo  bien patente desde la fundación del reino cruzado de Jerusalén. Esto se tradujo en la difusión de la cerámica esmaltada en verde y morado y la importación de sedas y tejidos caros.

En el caso de los reinos hispanos, esta admiración era más vieja, pues el lujo  de unos emires, califas y reyes de taifas nunca dejó de seducir  a las gentes cristianas del norte de la península ibérica. No obstante, debemos esperar a los años finales del S. XIII para comenzar a ver los primeros síntomas de la gran expansión de la construcción y manufacturas mudéjares. Posiblemente la labor cultural de Alfonso X el Sabio y su escuela de traductores, hizo renacer el sentimiento de atracción por lo islámico. artesanos y maestros constructores mudéjares son más bien el vehículo en que se canalizó un sentimiento de admiración por lo oriental, y este fue tan intenso que la técnicas tuvieron que aprenderlas los cristianos para cubrir la demanda que generaba.

Sabemos mucho de los moros de paz durante la baja edad media, pero muy poco del papel que jugaron durante el primer siglo de existencia de la minoría mudéjar. Esta nace a raíz de las capitulaciones que pusieron Toledo en manos de Alfonso VI, que se cuido que permanecieran el mayor número posible de musulmanes en la ciudad. Les entrego 100000 dinares en compensación por los perjuicios causados por el asedio. No sabemos el número exacto de los decidieron quedarse, pero es de suponer que  el campo circundante sufrió las embestidas cristianas para aislar la antigua capital visigoda, como la posterior de los almorávides. En este contexto debemos explicarnos la  autorización de la puebla del Burgo de Sahagún, dada la gran cantidad de desplazados judíos y musulmanes que habían provocado las campañas del Tajo. Con seguridad no sería la única diáspora musulmana por el reino de castilla. Las pruebas arqueológicas empiezan a ser elocuentes.

No obstante, Los anales toledanos citan en 1104 y en 1192 mejoras en las murallas de la propia ciudad circunvalada por el río Tajo. La Torre de la Reina reproduce la tradición hispanomusulmana con sillares reaprovechados en su parte inferior y mampostería encintada en la superior. Pavón Maldonado estuvo acertado en definirla como mudéjar, aunque no tanto en su cronología. Los sondeos estratigráficos de la Puerta del Vado vienen a confirmar que durante finales del S. XI y principios del XII, hubo importantes reformas que edificaron este acceso, el de la bisagra vieja y torres como la de Reina. Ello viene a confirmar la mencionada la crónica toledana.